lunes, 20 de mayo de 2013

Retazo 35.

Barreras. Barreras de hielo, grandes, inmensas, majestuosas, frías y protectoras. Protectoras de este corazón que no quiere mirar más allá. Algunas grietas habían amenazado con romperse. Otras manos intentaban golpear para traspasarlas. Ella esperó, abrazándose a sí misma, protegiéndose más y más. Escuchaba ecos lejanos, voces que repetían su nombre, pero tenía miedo. Miedo al daño. Miedo a la inseguridad. Miedo a la soledad. Miedo a confiar. Todo se reducía en esa palabra. Miedo. Las voces comenzaron a apagarse, los demás dejaron de luchar. No merecía la pena. Pero entonces, después del silencio muerto tras esas barreras mudas, un estallido se provocó. Apareció una persona. Y se acercó, se acercó y la envolvió con sus brazos. Ella notó las heridas en sus manos. Lloró. A partir de ahí, aprendió una única cosa: mientras ella sólo se había centrado en sus heridas, no se había dado cuenta que en el exterior, otros luchaban para curárselas. Mientras ella se aislaba, otros arriesgaban todo por sacarla de allí.

Mientras ella creía que estaba sola, una persona cogía su mano, pronunciaba su nombre, y hacía todo lo posible para borrar esos pensamientos.


  
Christina. 


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