La vida no está hecha para los que aman la eternidad. Jamás
fue moldeada para los impacientes, para los que intentan adelantar al resto,
para los que no saben apreciar una puesta de sol escondiéndose lentamente tras
el horizonte. Este regalo fue dado para los que saben aprovechar cada momento,
para los que saborean los segundos, para los que su sonrisa es capaz de tener
la fortaleza suficiente para enfrentarlo, para los que dejan sus huellas en la
arena sin temor a ser borradas, para los que dejan un recuerdo en alguna
pequeña parte de este mundo tan grande. Para los que cada suspiro cuenta como
una señal de que estuvieron allí, para los que no se limitan a rozar sus sueños
con los dedos, para los que el brillo de una mirada cuenta más que el sonido de
un puñado de palabras, para los que consideran que un abrazo es el mejor
refugio. Para aquellos que sepan disfrutar de las risas de sus amigos, de los
besos de sus padres, de los éxitos de sus hermanos, y las enseñanzas de sus
abuelos. Para los que viven al máximo, para los que no se detienen en
arrepentimientos, para los que aprenden de los errores. Para los que, cuando
llegue su fin, abandonen con el siguiente pensamiento:
‘’Repetiría una vida más’’
Christina.