viernes, 16 de marzo de 2012

Retazo 22.

Las hojas de los árboles caían una tras de otra, anunciando la llegada del otoño. Su color verde había muerto con el paso del resto de las estaciones. El viento, frío pero suave, las balanceaba en un intento de que su llegada al suelo, no fuera tan doloroso. Ella permanecía bajo uno de ellos. Era un  árbol desnudo, sin ninguna hoja que pudiera protegerle, débil. La joven se abrazaba cada vez más a su abrigo, hasta que escuchó una voz que pronunció su nombre, y le vió a él. El encuentro, fue como uno de muchos más que habían tenido. El nerviosismo se presentaba en sus bocas a la hora de hablar, los ojos de vez en cuando se desviaban hacia otro lado, y los deseos que se repetían en las mentes del otro, eran de poder conseguir alzar la mano y entrelazar sus dedos para no separarse nunca más. Pero ninguna de esas cosas había pasado. Ella simplemente, no hizo intentos vanos de evitar su mirada. Le miró directamente a los ojos. Sonreía. Pero no era la sonrisa de siempre. Y él lo entendió de inmediato. Sus brazos se alzaron y rodearon su delicado y pequeño cuerpo, al menos en comparación con el suyo propio. Ella dejó de sonreír. Lágrimas cayeron de sus ojos.


Ahora, ella era el árbol desnudo.
Sus lágrimas eran las hojas muertas del árbol.
Su tristeza era el otoño. 



                                                                         Christina.

jueves, 8 de marzo de 2012

Retazo 21.

La luz que desprendía la lámpara estaba casi extinguiéndose. La bombilla parpadeaba, estaba a punto de morirse. Pero siempre podría cambiarla por otra, pero ese problema tan diminuto no le preocupó  lo más mínimo. Sus ojos de un marrón oscuro, similar a la corteza de un árbol escondido entres muchos más árboles de las montañas, se mantenían fijo en un trozo de papel. Los sonidos que se producían en su casa apenas eran perceptibles para él. Al menos, no en ese instante. Sostenía un bolígrafo.


Estaba escribiendo una carta. ¿Y para qué estaba haciendo tal cosa?
Con los tiempos que estaban corriendo ahora, podía escribir perfectamente un mail. Un mensaje de texto por el móvil. Hacer una llamada. Las redes sociales. Podían optar por millones de opciones. Pero él, elegía una carta.


Pretendía que su alma quedase encerrada en cada letra que escribía. En las teclas de un odenador, su alma no podía reflejarse. Pero en palabras escritas de su puño, sí. Ansiaba que ella le recordarse. Si esa carta le llegaba, ella le recordaría. Porque a veces, no sirve solo la simple  imagen de una persona. Las imágenes, al fin y al cabo, terminan por deteriorarse. El tiempo es el causante de tal acto. El tiempo es el juez de nuestra memoria, hace cambiar a las personas, tanto en aspecto como en el corazón, van evolucionando.


Por ello, allí estaba.
Allí estaba para mandar su alma a un destino lejos de su alcance.
Allí estaba para vivir en sus recuerdos eternamente.
Allí estaba, escribiendo su corazón.



                                                                             Christina.

viernes, 2 de marzo de 2012

Retazo 20.

Tus ojos se quedan observando fijamente al cielo. No te recibe una mañana gris y desoladora, el azul y las nubes dispersas te abren paso y los rayos del sol atraviesan los cristales de tu ventana,  llegando  hasta tu piel, acariciándola y transmitiéndote calor. Pero apenas lo notas, no es ese tipo de calor que necesitas. No te apartas, te quedas allí, perdiéndose tu mirada carente de brillo hacia el horizonte, tus oídos en  los sonidos del tráfico, de la rutina, de las personas hablando, y de las gaviotas surcando tu casa. No estás allí, tu cuerpo por ahora se ha convertido en un  recipiente, es un muñeco que no es capaz de moverse. Tu mente se ha ido desde hace días, tu alma está encogida, y el tiempo pasa sobre ti tan lentamente, que ni apenas te has dado cuenta. Tus labios empiezan a resecarse, tus ojos solo parpadean cuando lo necesitan.

Estás ausente.



                                                                              Christina.