sábado, 13 de octubre de 2012

Retazo 31.

Solían mandarse cartas continuamente, era el único medio para poder comunicarse, puesto que él estaba en la guerra. Ella no solía cansarse de la misma dinámica repetitiva que transcurría todos los días: levantarse, desayunar, caminar hasta correos y comprobar si había una carta para ella. Incluso en invierno salía a la calle, tapada y cabizbaja para ver si había recibido una carta a nombre suyo. Él decía que todo estaba bien, que era duro estar donde estaba, pero lo que siempre le recordaba en letras mayúsculas era lo que deseaba siempre oír: que la quería. Cuán fuerte puede ser un sentimiento para aguantar a un corazón a través de trozos de papel cuyas palabras solo suponían tinta.

Lo irónico de todo eso, fue que al final no se casó con él. Ni siquiera llegaron a vivir juntos. Ni tuvieron hijos juntos. Ella al final se casó con otro, tuvo hijos con otro, y vivió con otro. Porque la persona que creemos que está destinada a nosotras, realmente no lo está. Pasarán mil caras por nuestros ojos, conoceremos miles de personalidades…

Hasta encontrar la indicada.


Christina.


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